Luego de un apacible día de trabajo bajo el sol implacable en el Norte del país, llego a Lima en una mañana ajetreada.
Atrás quedaron las historias de la caña de azúcar y de la chicha de jora. Las ciudades de Paita, Sullana y Piura nos despiedieron con su estilo de vida tan apegado a la buena comida y al descanso prolongado.
Sin embargo también nos castigó con noches asfixiantes de calor e insectos imperceptibles que, si hubieran quierido, nos hubieran succionado hasta el alma.
Sé que muchos dicen querer quedarse a vivir en un lugar como ese y creo que hasta en algún momento llegué a pensarlo. Pero es cuando regreso a la Lima que me vio crecer, que me doy cuenta de mi dependecia a sus diferentes tipos de comida, a sus prolongadas horas de atención al público, a la velocidad del Internet, a sus parrilladas, los amigos, su ruido, su contaminacion y su constante atocigamiento creciente de demanda vehicular.
Sinceramente quiero imaginarme de viejo, pero no se porque aún no puedo.
Quizás mi futuro no este escrito en Lima, WHO knows.